lunes, 14 de junio de 2010

Reforma y Renovación

Nunca más que hoy se evidencia la decadencia de nuestro sistema político. No se trata, como la visión simplista partidista trata de hacer ver, de un problema de quien ejerce el poder. Se trata de los incentivos que el sistema político actual crea y a los cuales los individuos que ejercen cargos públicos reaccionan en el proceso de la toma de decisiones públicas. Pues si el resultado de este proceso político es uno que no solo no satisface las necesidades de la ciudadanía, sino que está creando una situación cada vez más caótica para el país, no se puede decir que el sistema está respondiendo a tales necesidades o deseos de las mayorías electorales. Entonces pareciera que hay una incongruencia en el proceso democrático, por lo cual hay que analizar y entender por qué dicho proceso ha dejado de responder a las necesidades públicas.

El proceso electoral en si crea incentivos para que las decisiones públicas se tomen con el propósito de conseguir réditos políticos a corto plazo. Esto es porque, al tener permanentemente enfrente lo que para el político o partido en funciones es la amenaza del referéndum electoral, su mayor preocupación es, por un lado, mantener su imagen pública a niveles suficientemente altos para mantenerse en el poder, y por el lado más oscuro, conseguir los mayores beneficios particulares antes de perder su posición. Al considerar a la par de esto que las verdaderas soluciones a los problemas sociales y económicos que enfrentamos tienen que ser necesariamente procesos a largo plazo, y no medidas mediáticas a corto plazo, evidenciamos la incongruencia mencionada anteriormente entre los incentivos a los cuales reaccionan los políticos y las necesidades de la población en general.

Pero el problema va más allá de este cortoplacismo en cual se basa actualmente el desarrollo de políticas públicas. Este fenómeno causa una inestabilidad que se traduce más allá del escenario político a la vida cotidiana de los ciudadanos. Si las “reglas del juego” se pueden cambiar constantemente como respuesta a las necesidades electoreras de funcionarios públicos, no hay forma de tener previsibilidad en ningún otro ámbito de la vida social. Sin previsibilidad en el curso de las acciones humanas, el inmediatismo reina, lo cual significa que todos buscarán el mayor provecho posible en el corto plazo sin consideraciones de las repercusiones que esto pudiera tener al largo plazo. No existe razón de sacrificar en el presente, de ahorrar, de invertir, de fomentar relaciones sociales y responsabilidades comunes a largo plazo, pues el largo plazo se vuelve incierto y altamente riesgoso.

En consideración de todo esto, fuera peor error concluir que el problema se encuentra en el sistema democrático en sí, y de esta manera abogar por una mano fuerte “benévola” en el ejercicio público. La idea de benevolencia en el gobernar es un mito, ya que hasta los funcionarios públicos de más alto rango son humanos, y como el resto de nosotros, son susceptibles a sucumbir a las permanentes presiones y tentaciones que los rodean. Entonces, la necesidad de previsibilidad hace necesario un programa de reformas institucionales y constitucionales que limiten el rango de acción del ejercer público. Más que solo un acuerdo fiscal, de lo cual se oye hablar mucho, nuestro país necesita un acuerdo político que redefina a largo plazo las razones del poder público y limite de forma sólida y permanente las funciones de cada poder del Estado, de esta forma contrarrestando los incentivos al cortoplacismo.

Siguiendo este mismo argumento, es poco probable esperar que este ímpetu reformista surja de aquellos actores con larga trayectoria en el ejercicio del poder. Como dice la celebre frase de Lord Acton, el poder corrompe, y es difícil creer que aquellos que se han desarrollado profesionalmente en este contexto de beneficios, manipulaciones y demagogias, sean quienes renuncien a sus ambiciones y concedan limitar su propio poder. Por esto es que tienen que ser nuevas generaciones de políticos, funcionarios y activistas los que vayan pujando por tal programa reformista, y el electorado quien les vaya abriendo oportunidades a aquellos que apoyen las banderas de reforma y renovación.

jueves, 20 de mayo de 2010

Crisis de Valores y Salud Social

Muchos responsabilizan la decadente y deteriorante situación social que vivimos, y que se puede decir se vive a nivel mundial, a la existencia de una crisis de valores. Se dice que las sociedades han perdidos sus valores morales y culturales y que por tal razón están destinadas a la perdición paulatina. En nuestro país se ha llegado hasta a ofrecer solucionar esto con medidas como la lectura de la Biblia en las clases. Una crisis de valores no la vamos e resolver imponiendo la lectura de la Biblia en los colegios (solo los padres de familia tienen el derecho a tomar decisiones sobre el carácter religioso de la educación de sus hijos), ni con otros esquemas moralizadores de tal tipo. El problema, de pretenderse buscarse una solución, debe ser analizado mucho más a profundidad para entender sus verdaderas causas.

Si hay una crisis de valores, y concluimos que esta es parte de la razón detrás de los problemas sociales que vivimos, como la violencia, la drogadicción, la desintegración familiar, etc. tenemos entonces que concluir que esos valores que hoy se encuentran en decadencia fueron parte del fundamento que anteriormente fortaleció y desarrollo nuestra sociedad. Entonces, si los valores, y las normas sociales en general, son una parte esencial del desarrollo y el éxito de una sociedad, debemos examinar primero de donde surgen tales normas y segundo cual es la razón de su desintegración.

¿De donde surgen las normas y costumbres sociales que impulsan a la sociedades? Las normas sociales son instituciones que surgen evolutivamente de la relación entre individuos en una sociedad. Este carácter evolutivo y adaptivo es el que impulsa a ciertas sociedades hacia el éxito, y condena a otras a la decadencia. Esto resulta de la necesidad de previsibilidad en las relaciones interpersonales para una organización social exitosa.

A su nivel más básico, para que dos personas puedan coexistir pacíficamente, la primera debe de tener confianza en que el segundo individuo no lo asesinara mientras duerme. En este sentido debe poder predecir hasta cierto punto el rango de acción del segundo individuo. Una sociedad en la cual un individuo no pueda predecir con cierta certeza que las personas alrededor de el no intentarán asesinarlo en cualquier momento no puede avanzar más allá de una existencia caótica, y pronto se desintegraría. Por lo tanto, aquellas sociedades en que surja la institución del respeto a la vida ajena como norma de convivencia social logra una ventaja sobre aquellas que no, y logran crecer a un siguiente nivel de organización social.

Así pasa con todas las instituciones que trascendieron a ser normas sociales ampliamente aceptadas. En el transcurso histórico surgen un sin fin de formas de organización social. Las que le otorgan a una comunidad ventajas en su desarrollo sobreviven y fortalecen, las que no desaparecen. Un ejemplo claro siendo el matrimonio. El matrimonio tradicional surge como institución y prevalece sobre otras formas de conjunto familiar por los beneficios que dicha estructura otorga a la sociedad. No surge de forma planificada. Surgió de forma espontánea, y por su idoneidad sobrevivió y se generalizó a través del mundo. De igual forma surgen instituciones como la propiedad, el derecho, la religión organizada, las cooperativas voluntarias, las organizaciones de ayuda mutua, los clubes de deporte, y así sucesivamente hasta llegar al comportamiento social más sencillo del ser humano, como lo puede ser el apretón de manos.

Como enunciaba Adam Ferguson, estas instituciones son resultado de la acción humana, pero no así del designio humano. Es decir, surgen como una consecuencia no intencionada de las acciones que seres humanos ejecutan en función de alcanzar sus fines, no son instituciones planificadas y organizadas por una mente humana con fines racionalizados anteriores a sus resultados. Surgen a través de un proceso evolutivo que incluye todas las acciones, voluntades, intenciones y relaciones humanas, algo demasiado amplio para ser comprendido por el conocimiento limitado del individuo.

¿Pero, por qué es que estas instituciones que comprenden un orden espontáneo evolutivo le otorgan a la sociedad el impulso al desarrollo que mencionábamos al principio? Una de estas razones es el poder horizontal organizativo. Es decir, a través de todas estas relaciones humanas se crea una red de responsabilidades interpersonales que los individuos se ven obligados a respetar. Estas normas sociales, que pueden ser tan simples como respetar una fila, no son impuestas verticalmente por una estructura de poder coactiva. Son ejercidas a través del poder social, el cual es magnificado en lo que los lazos que unen al ser humano con su comunidad son fortalecidos. Estos lazos de dependencia mutua, de responsabilidad ante el prójimo, de cooperación voluntaria, conjunto al conocimiento personal que las acciones propias tienen repercusiones ante aquellos de quienes uno depende, son el fundamento de la organización, y por ende, la salud social.

Pero, si esta salud social se encuentra deteriorada, y como tal está arrastrando a la sociedad hacia el caos, tiene que haber un punto en el cual entra una variable nueva que perturba este proceso social. En este punto debemos notar la diferencia entre el poder horizontal y el poder vertical, lo que también podemos describir como poder social y poder coactivo. El poder social es el descrito, en el cual las normas sociales surgen y son ejercidas a través de la responsabilidad interpersonal. El poder coactivo es aquel que busca reorganizar la sociedad imponiendo sus propias normas a través del uso de la fuerza. Este puede ser ejercida por el Estado, o por otra entidad que ejerce control a través del uso o la amenaza de la violencia.

Cuando el poder coactivo irrumpe los lazos del poder social e impone su propia estructura de organización basada en sus propias visones e intereses, empieza a erosionar esa interdependencia y responsabilidad mutua, base de la salud social. Es decir, el poder coactivo, en lo que se amplía, desplaza y sustituye al poder social. Entre más esferas de la vida del ser humano son controladas y estructuradas por el poder coactivo, menor es el ámbito de ejercicio del poder social.

Se puede decir entonces que la sociedad se va enfermando en lo que los individuos se van independizando el uno del otro. El poder vertical aliena al ser humano, lo extrae de su responsabilidad ante su comunidad, destruye el control multilateral que ejerce la sociedad, y establece una forma de control unilateral individuo-poder coactivo. Es en este punto que se empieza a perder el conocimiento internalizado que las acciones de uno afectan a los demás. Es en este punto que los individuos dejan de depender el uno del otro, pierden la necesidad de cooperar voluntariamente para sobrevivir, y se crea un ambiente de confrontación. Las normas sociales se desintegran, el poder social omnipresente desvanece, el control coactivo se vuelve la única forma de mantener orden y esto resulta en una cultura de violencia y corrupción.

Este es el proceso de descomposición social que vivimos actualmente. El Estado, al sobre expandir su control sobre la esfera de la acción humana, es hoy incapaz de ejercer el poder coactivo que a establecido a través de su reingeniería social. Para profundizar en este punto, es necesario comprender que en cualquier sociedad siempre habrán elementos anti-sociales indispuestos a respetar las normas sociales establecidas. Entonces, en teoría, se le otorga al Estado el monopolio sobre el uso legitimo de la fuerza para resguardar los derechos de todo ser humano, para disminuir el impacto de este comportamiento anti-social en las relaciones interpersonales.

Todo control fuera de este ámbito debe ser rol del poder social y las instituciones sociales surgidas del proceso evolutivo descrito. Por lo contrario, las consecuencias de la reingeniería de la estructura organizativa de la sociedad por el poder vertical se vuelven demasiado problemáticas y caóticas para ser controladas por cualquier poder vertical sin tener que recurrir a la represión generalizada y el amplio abuso de los derechos de los individuos.

Para resolver el problema no se puede imponer soluciones pre-fabricadas y seudo-racionalistas, como la gran mayoría de las que se han sugerido. Se necesita buscar como volver a potenciar la relaciones sociales. Se necesita devolverle su rol a las comunidades y a las instituciones sociales. Se debe buscar las formas en que los seres humanos vuelvan a desarrollar los lazos que anteriormente eran base de la sociedad. Una sociedad puede estar basada ya sea en la cooperación voluntaria entre individuos, o en la violencia. Si se limitan las esferas en las que la cooperación voluntaria son permitidas, se potencia la cultura de violencia. Por esto, no se puede más que concluir que la libertad, en vez de ser raíz del deterioro de los valores morales y culturales, como el conservadurismo quisiera hacernos creer, es la base fundamental de la salud social.

jueves, 8 de abril de 2010

Propiedad en función del Estado: Fascismo en el mercado de medicamentos

Llamemos socialismo al sistema de propiedad en manos del Estado, al fascismo, o nacionalsocialismo, la propiedad en función del Estado, y el sistema de libre intercambio la propiedad en función de la sociedad (no función social, un termino a propósito demasiado vago y manipulable). Con esto entendamos que el Estado, a contrario de definiciones legales que como justificaciones para sus acciones lo definen como todos los miembros y elementos de la sociedad, en realidad no es más que el pequeño conjunto de individuos que controlan el aparato coercitivo, a veces con intenciones altruistas, pero mucho más frecuentemente con intereses propios (y de esta definición no se escapan ni izquierdas ni derechas).

No menciono el capitalismo, ya que esto es otro termino vago y manipulable, usado por tanto sus amigos como enemigos para defender sus propios intereses que muchas veces no tienen nada que ver con el libre intercambio y la libertad de los individuos. De esta manera el llamado capitalismo de Estado, que es más un esquema fascista al referirse a las estructuras económicas. Pero para esclarecer un poco más a lo que me refiero en el titulo de este articulo, tomando en cuenta las definiciones anteriores, establecemos que el fascismo entonces es el sistema en el cual la propiedad, o las estructuras productivas de la sociedad, se mantienen teóricamente en manos privadas, pero funciona solamente acorde a los permisos y deseos de aquellos individuos que manejan el aparato Estatal.

En el régimen fascista Alemán bajo Hitler, los intereses y deseos de aquellos individuos que manejaban el aparato Estatal eran claramente militaristas, expansionistas y racistas, y controlaban las estructuras económicas de Alemania para apoyarles en estos fines. Ahora, los fines en un esquema fascista no necesariamente son estos. Pueden ser fines oportunistas, nepotistas, clientelistas, mercantilistas, totalitarios, populistas, personalistas, meramente lucrativos, o cualquier sin fin de intereses cuyo el poder del Estado puede ayudar a concebir, es decir, conseguir por medio del uso de la fuerza del Estado en detrimento de los derechos de los individuos que compone la sociedad, y no a través del la cooperación y la coordinación voluntaria del mercado.

Consideremos en este marco la cuestión de los medicamentos y en especial la propuesta de ley por parte del ejecutivo Salvadoreño que establece un esquema de controles en este sector, incluyendo la capacidad de fijar precios. Este es un perfecto ejemplo de lo que Ludwig von Mises describe en su obra Intervencionismo: Un Análisis Económico, es decir, como la intervención Estatal en los procesos económicos crea deformaciones de estos procesos que resultan en problemas peores de aquellos que se buscaban solucionar originalmente, e incentiva mayores intervenciones por parte del Estado en un circulo vicioso, cual es acelerado por el amplio populismo y cortoplacismo en el cual está cayendo nuestra clase política.

En su editorial del 7 de mayo del 2009 en El Diario de Hoy, El colmo moral y económico del oligopolio, Manuel Hinds describe como la raíz del problema de los precios de los medicamentos en El Salvador radica en el Consejo de Salud Pública y su intervención en el mercado de medicamentos. Al limitar la competencia arbitrariamente, favorece a ciertos intereses por sobre las necesidades de la población. Digo arbitrariamente porque el marco regulatorio en el cual existe, como la mayoría de marcos regulatorios excesivos, lo que crean no son protecciones a los consumidores y a la población en general. Por el contrario, posibilitan la corrupción, el abuso de poder y la institucionalización de privilegios a individuos cercanos al poder mismo.

La Ley de Medicamentos y productos sanitarios, y los poderes que le otorga al Consejo Nacional de Medicamentos y Productos Sanitarios que contempla crear, incluyendo el control de precios, lejos de solucionar el problema del costo de medicamentos, lo que lograría es concentrar aun más poder discrecional en un Consejo no electo y poco transparente. Tendrá el poder de decisión sobre quien, como, cuando, a quien y a que precio se venden los medicamentos en este país, y consecuentemente tendrá la habilidad de favorecer y privilegiar los intereses de quien se le antoje, ya sea intereses del poder político o del poder económico, sin tener que rendirle cuentas a ninguno de nosotros.

¿Que es el fascismo? Usted, querido lector, juzgue.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Camino de Servidumbre y Realidad Nacional

Es lo más trágico de la tragicomedia humana que solo en retrospección podemos ver claramente lo que pasa alrededor de nosotros, y que por dicha razón estamos condenados a repetir los mismos errores que otros y nosotros mismos ya hemos cometido. Así ha sido históricamente en los ciclos políticos que ha vivido el mundo, y así es como nos está pasando ahorita en nuestro país. Claramente F.A. Hayek reconoció este fenómeno, y quiso advertirnos de él en su obra Camino de Servidumbre, obra dedicada, muy apropiadamente, a “los socialistas de todos los partidos.”

Para hacer una grosera simplificación de uno de los argumentos centrales de esta obra, esperando que Hayek me lo disculpe, escribía él sobre cómo una sociedad democrática podía llevarse a sí misma a la servidumbre, es decir, el totalitarismo opresivo. Primero, y haciendo uso de terminología adaptada a nuestra realidad, podemos observar la elección democrática de un líder carismático, popular, lleno de promesas utópicas y con un enfoque en “justicia distributiva,” o si prefieren “justicia social,” altamente atractivo a las masas votantes.

Al llegar al poder, este líder carismático es abrumado a nivel personal por la problemática del país, y se rodea de “Consejos de Expertos” a quien encarga el estudio de los grandes temas nacionales y la elaboración de planes estratégicos. Estos consejos, o grupos de planificadores, hacen propuestas que llaman “técnicas” las cuales prometen ante la ciudadanía ser las soluciones a sus problemas, resultado de grandes acuerdos y compromisos entre sectores de la sociedad, que conllevan necesarias acciones, o intervenciones, del Estado en la sociedad.

La ciudadanía se llena de grandes esperanzas ante estos planes, y claro, cuando estos fallan, se ven indignados y reclaman respuestas a el porqué. Pero la culpa, según los mismos expertos que elaboraron los planes, no se encuentra en los planes en si, obviamente que no. Es, dicen ellos, un problema de voluntad política. Si solamente tuvieran una mayor eficiencia a la hora de implementar sus planes, seguramente pudieran solucionar los grandes temas de nación y así erradicar la pobreza y el sufrimiento. ¿Qué significa esto? Que hay que concentrar más poder en el Estado y sacrificar ciertas libertades personales para lograr los objetivos colectivos.

Aquí es donde interviene otro fenómeno importante, la sistemática destrucción de la institucionalidad por parte de grupos e individuos con aspiraciones al poder absoluto. Ellos se dedican a la desestabilización y desacreditación del sistema existente y sus instituciones. Llaman por el contrario a una nueva forma de gobierno, que disfrazan de democrática, llamándola democracia participativa, popular, social, o el adjetivo que le quieran agregar, que lo que en realidad resulta ser es una manipulación demagógica para imponer sus planes a través de la justificación de una votación y de una mayoría temporal cegada por su hígado y emociones.

Entonces encontramos aquí una aparente sinergía perfecta entre aquellos que buscan el poder y los expertos frustrados que no entienden porque sus planes no han funcionado. Entonces, si sus planes claramente, según ellos, representan la voluntad del pueblo, y los otros están dispuestos a realizar la “voluntad del pueblo” a toda costa (hasta en contra del mismo pueblo como la historia ha hecho evidente) pues que más solución que quitarles las barreras de las limitaciones del poder a estos. Que fácil llegamos al lenguaje totalitario, a la violación de los derechos individuales, a la imposición de esquemas y controles sociales y económicos y finalmente al derrumbe del sistema democrático-liberal en manos de estos pseudo-demócratas “populares.”

La verdad es que ya me perdí. No me acuerdo si estoy hablando del libro de Hayek, o de la realidad nacional y el rumbo hacia donde se dirige. ¿Tal vez alguien me puede ayudar a aclararlo? Igual, de ambas maneras, hay dos puntos importantes a considerar: la imposibilidad de la planificación centralizada y la perversión del ideal democrático.

La imposibilidad de la planificación centralizada, argumento central de la critica al socialismo de la Escuela Austriaca de la economía, se basa en el esparcimiento del conocimiento en el tiempo y espacio. Es decir, que el conocimiento acumulado de un sociedad es aquel que existe en el conciente y subconsciente de cada individuo acerca de sus circunstancias especificas, conocimiento que en su totalidad es la arrogancia de los llamados expertos planificadores pretender conocer y ser capaces de organizar.

La cantidad de información y la velocidad a la cual es creada, de todas la necesidades, deseos, acciones, problemas, acontecimientos, etc., cuales afectan el quehacer económico cotidiano es tal que es imposible, para un individuo o grupo de individuos, tener conciencia de. Es demasiada la información de este tipo que pasa dentro de una hora en una sociedad dada como para que unos pocos individuos puedan procesar a través de sus vidas enteras. Solo un sistema impersonal y libre, en el cual los individuos son libres a hacer uso pleno de su conocimiento particular de tiempo y espacio ante sus circunstancias particulares permite la coordinación efectiva de la actividad productiva en una sociedad así para satisfacer continuamente las necesidades y los deseos de los mismos individuos de esa sociedad.

La incapacidad de las sociedades modernas de proveer las necesidades de sus miembros proviene de la interrupción de este proceso por parte de la intervención Estatal con la presunción de poder organizar de una mejor forma la estructura productiva, que aquel proceso de ordenación espontánea creada por la cooperación puramente voluntaria. Por esto, las llamadas políticas sectoriales, que no son más que esquemas de planificación centralizada, fallan necesariamente en sus ambiciones, y solamente permiten que intereses mezquinos echen mano en el juego político para crearse protecciones y beneficios propios a costa del poblado en general.

Por otro lado, el problema de la perversión del ideal democrático, se basa en la falacia de que la supremacía de la mayoría es el fundamento absoluto de la democracia. Esta idea supone que la libertad y soberanía de un pueblo se establece por dos ecuaciones, donde 50%+1=100% y 50%-1=0. La absurdidad de dicho argumento no podemos pero aceptar, por lo cual establecemos que el ideal democrático no puede estar basado en la imposición del interés de una mayoría temporal por sobre cualquier minoría, algo que significaría la violación de los derechos de unos individuos por otros. El ideal democrático debe estar basado en el respeto a los derechos y la libertad de todo individuo en una sociedad, con el proceso político de elección por mayoría siendo el método escogido para la toma de decisiones sobre procesos generalizados dentro del rol propio del Estado, limitado a la protección de los derechos individuales con todas las repercusiones de tal.

Si consideramos la libertad en su verdadero y absoluto sentido, como el estado de ausencia de coacción, o el inicio del uso de la fuerzo o la amenaza de tal, entre individuos, es decir, un contexto de pleno respeto y protección a la propiedad del individuo, incluido dentro de tal la vida, el ser, el pensamiento y las facultades, tenemos que determinar que el ideal democrático-liberal es contrario o todo esquema planificador-intervencionista. Por lo tanto, no solo es el orden espontáneo, resultado de la interacción, cooperación e intercambio voluntario entre individuos, la única forma de satisfacer las necesidades de los individuos de una sociedad, y de esta forma de eliminar la pobreza, si no que es el único sistema moralmente aceptable y completamente legitimo ante la naturaleza de la existencia y la acción humana.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Un nuevo experimento en libertad

El desarrollo tecnológico y la revolución de la comunicación esta permitiendo que la identidad cultural se desarrolle independiente de barreras geográficas. Esto esta volviendo una gran parte de la razón de ser del estado-nación como lo entendemos absolutamente obsoleto. El Estado moderno es una institución así como lo fue la Iglesia en su tiempo, o la monarquía o el faraón incluso. Como nuestro desarrollo académico, cultural, emocional, etc, a existido por generaciones puramente dentro de este marco organizacional de poder que entendemos como el Estado, se nos es bien difícil imaginarnos una realidad que pueda ser en su absoluto diferente. Vemos al Estado como un dado en si, y todas nuestras posibilidades como limitadas a como mejor hacerlo funcionar.

Entendemos la democracia, como la conocemos hoy en día, como el mejor sistema político para asegurar la justicia y evitar la opresión del individuo. Pero nos es imposible realizar que la democracia moderna como la entendemos, enfrascada en un esquema de poder particular, el cual es el Estado, es solamente un experimento en libertad que tiene aproximadamente 200 años de existir. Pero la democracia ha fallado, capaz hasta muerto, y es de suma urgencia que empecemos a considerar nuevas alternativas.

Pareciera ser casi blasfemo expresar estas ultimas palabras, pero si aceptamos lo que ha pasado en la Venezuela de Hugo Chávez y como de forma similar el nuevo tirano alrededor del mundo aprendió a manipular las instituciones democráticas para desmantelar los candados que se han desarrollado a lo largo de los últimos siglos como nuestro blindaje contra la opresión y el totalitarianismo, tenemos que aceptar, por mas que nos cueste hacerlo, que el sistema democrático actual nos ha fallado en sus propósitos y no podrá sobrevivir como tal mucho tiempo más.

Pero si hacemos un estudio honesto de la situación, debemos necesariamente llegar a la conclusión que el problema no yace en el sistema democrático en sí. No podemos caer nosotros en el mismo tipo de contradicción que acusamos de cometer al estatista. No podemos decir que es la libertad misma la que he destruido la posibilidad de libertad, así como también hay quienes plantean que es el capitalismo mismo el que hace imposible un sistema de libertades. Quien ha fallado, y es hoy obsoleto, no es el sistema democrático, es el Estado mismo.

Ya es tiempo de desarrollar un nuevo experimento en libertad. Así como el paradigma democrático que conocemos hoy fue desarrollado por grandes pensadores como Locke y Montesquieu, y ha sobrevivido de tal forma hasta este día, es hora de evaluar este primer gran experimente en libertad que ellos desarrollaron, detectar adonde ha fallado y plantear su necesaria evolución que se vuelva en un nuevo paradigma para las generaciones venideras.

Este nuevo paradigma tiene que tener como fundamento primordial los derechos políticos, sociales y económicos del individuo de una forma mucho mas profunda que aquella desarrollada por los liberales clásicos. Debe tener un entendimiento de la naturaleza humana y de cómo la tendencia expansionista del Estado limita el potencial del ser humano. Debe reexaminar el monopolio del uso de la fuerza del Estado moderno, entender la imposibilidad del calculo económico centralizado y aceptar el esparcimiento del conocimiento en un orden espontáneo. Debe celebrar en su absoluto la libertad del hombre, lo cual incluye como consecuencia la libre movilidad tanto de bienes y servicios como de personas a través de esos limites geográficos ficticios que llamamos el Estado-nación. Posibilitarle al ser humano ser un ciudadano del mundo que pueda votar libremente con sus pies cambiaría drásticamente el entorno político mundial y expandiera de una forma increíble el bienestar humano en general.

martes, 19 de enero de 2010

Consideraciones Sobre Cláusulas Pétreas y la Constitución Salvadoreña

Que hipocresía que, igual como invocan la injusticia como medio para alcanzar la justicia, ahora proponen violar la soberanía del pueblo como medio para alcanzar la soberanía del pueblo. Pero es que este es el lenguaje del estatista y su estrategia para llevarnos a la servidumbre, así como lo describía Friedrich von Hayek en su gran obra Camino a la Servidumbre. Este es el mismo “Doublespeak” que describía George Orwell en su novela 1984, el lenguaje del estatista que le da nuevo significado a la terminología política para confundir y manipular a las masas votantes, adonde la paz es la guerra, la libertad la esclavitud, los derechos su violación y, en su conclusión lógica, la vida no es mas que una muerte espiritual e intelectual en total sumisión al Estado absoluto.

Me causa una gran molestia, mas allá de mis convicciones políticas, llegando a tocar algo nato en mi espíritu, oír decir, a aquellos que siempre hablan, que somos nosotros parte del Estado y como tal debemos buscar como mejor servirle. El confundir al pueblo con el Estado es un error de gran profundidad igual a aquel que confunde al esclavo como propiedad de su amo y no como un individuo cuyos derechos están siendo groseramente violados. Si bien, el Estado, en teoría, existe como una entidad creada por los individuos que conforman una sociedad como la forma mas eficiente y justa de proteger sus derechos individuales, el Estado moderno es una aberración de este principio.

Pero aun así, en un marco intelectual enfrascado en aquello de que la justicia solo se alcanza a través de la injusticia, en esquemas redistributivos y micro-planificación económica centralizada, el gran Leviatán logra solamente asomarse, no aún imponerse, por sobre los individuos que conformamos la sociedad Salvadoreña. Esto en parte gracias a una Constitución política, que aún con imperfecciones notables, trata de mantener, a través de ciertas “cláusulas pétreas” un sistema Republicano Representativo en esquema de una Democracia Liberal que en teoría distribuye el poder no solamente en el espacio, a través de 3 ramas independientes y varias estructuras para servirse de controles y contrapesos, sino también a través del tiempo, con un proceso de enmiendas constitucionales que requiere de dos periodos legislativos, y de aprobación de tres cuartos de la segunda.

Esta estructura constitucional, con la naturaleza permanente e incambiable de a lo que se refiere a la forma de gobierno y la alternabilidad de la presidencia, lo cual no contempla lo que aquellos peones del Leviatán llaman la “democracia participativa” en base de plebiscitos y referéndums, no es algo establecido simplemente por pura gana y capricho de legisladores constituyentes, que cabe mencionar fueron electos por un valiente pueblo bajo las balas de un lamentable conflicto armado. Son lecciones históricas, comunicadas desde la Grecia Antigua, a través de los grande pensadores Clásicos y Liberales, y llegadas a nuestros tiempos como las mejores formas que el ser humano ha encontrado para prevenir la tiranía y proteger los derechos humanos.

Pero en vista de oportunidad, el gran Leviatán, en forma del Estado Absoluto, opresor del individuo, busca la forma de quebrantar esos candados que previenen su reino, desmantelando la frágil institucionalidad constitucional que nuestros pueblos han logrado desarrollar. La gran lección es que nosotros humanos, aunque manteniendo nuestra capacidad de razonar, podemos ser cegados temporalmente por demagogos y nuestras propias emociones. Por esto debe ser el poder distribuido a través del tiempo, para prevenir que un tirano, con apoyo de una exaltada mayoría temporal, manipule el sistema para sistematizar la violación de los derechos de los individuos en beneficio propio.

Esta es la razón por la cual nuestra constitución no contempla esquemas de “consulta popular,” que en efecto no son mas que herramientas para acelerar el camino a la servidumbre a la cual nos referíamos anteriormente. Y esto lo podemos comprobar empíricamente viendo casos no tan lejanos como es la Venezuela de Chávez, la Cuba de los Castro, y un par de otras naciones latinoamericanas que, Dios quiera, no terminarán de hundirse en tal camino. Y aquel que tenga las agallas de argumentar que tales casos no consisten de tiranías y vastas violaciones a los derechos humanos, pues como mencionaba, no es mas que un peón del Leviatán, y no merece siquiera nuestra consideración.

Pero como el mal no descansa, y la libertad será eternamente atacada, este mismo marco constitucional nos da no solo el derecho, si no el absoluto deber de insurrección en caso de que estas cláusulas pétreas sean violadas, y con el único propósito de restaurarlas. Así que estemos claros, no importa el argumento de fachada que se desarrolle para avanzar el poder del Estado y para violar la constitución, el pueblo mantiene sus derechos así establecidos y está en sus manos recuperarlos de ser violentados.

Para concluir, regresando al concepto de la soberanía del pueblo, consideremos no solo la soberanía política de un pueblo, la cual hemos estado discutiendo, sino también su soberanía económica, dos caras inseparables de la misma moneda. Y por esto, recalco, no me refiero a una soberanía económica del Estado, o nacional. Me refiero a la soberanía del pueblo, es decir, de los individuos que formamos la sociedad, y con este pensamiento los dejo con las palabras de Faustino Ballvé en su tratado Fundamentos de la Ciencia Económica:

“…como el consumidor es el pueblo en general sin distinción de fortuna ni de clase, el mercado libre es la expresión mas visible de la soberanía del pueblo y la mejor garantía de la democracia.”

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Reivindicando la Justicia Social

“Justicia Social” es uno de esos términos o frases que se han puesto de moda en el lenguaje político, usados para abanderar un sin fin de posiciones, que muchos defienden, pero que pocos entienden. Esta frase tiene tanto un uso conceptual-abstracto bastante vago como también un uso con un significado bastante especifico. A nivel abstracto el concepto ha sido utilizado por un sin fin de posiciones políticas y económicas como una especie de sello de aprobación que justifica los medios propuestos con el fin vago de alcanzar dicha “justicia social.” A este uso se le debe poca consideración pues su contenido intelectual es cercano a nulo ya que viene siendo mas una herramienta del mercadeo político y no una formulación especifica que tenga consecuencias concretas en la formulación técnica de políticas públicas.

El otro uso de esta frase sí tiene contenido especifico y conlleva ciertas suposiciones como premisas que establecen conclusiones claras. Esta visión de la justicia social establece la equidad de ingresos como el parámetro social de la justicia (por esto el termino), y la redistribución de ingresos y capital por parte del aparato estatal como el mecanismo para alcanzarla. En efecto, lo que esto establece es una visión de la justicia basada en la igualdad de resultado, lo cual representa una enajenación ante el individuo de la responsabilidad de las consecuencias de sus acciones. Al Estado desasociar artificialmente la relación causa-efecto del proceso por el cual el individuo escoge los medios para alcanzar sus objetivos, como motores de la decisión y acción humana, se crean consecuencia culturales perjudiciales al desarrollo y progreso de una sociedad. Esto crea lo que podemos llamar la “paradoja de la justicia social.” Es imposible que los procesos por los cuales se pretende alcanzar la justicia social así entendida tengan como resultado los objetivos que se plantea.

Esta paradoja es creada por la naturaleza humana misma. Dos aspectos fundamentales de la naturaleza humana son el deseo de superación y la aversión por la incomodidad. La superación del individuo es resultado de la acción humana en forma de trabajo productivo, pero cuando el incentivo a la superación es menor a la aversión por el mismo trabajo que dicha acción conlleva no se puede lograr, libre de coerción, que el individuo se comporte de forma productiva. Es por esto que la redistribución de ingresos, llevada finalmente a la igualdad de resultados, destruye la capacidad productiva de una sociedad y la lleva inevitablemente a la pobreza generalizada.

Los diferentes sistemas que se han planteado este objetivo han tratado de resolver la paradoja intentando cambiar estos aspectos de la naturaleza humana. Pero como parte de la naturaleza humana misma, ellos no pueden ser cambiados por cualquier proceso humano. Con estas intenciones se han propuesto la creación de un “nuevo hombre” que en sus diferentes expresiones siempre tiene como objetivo cambiar la raíz de los incentivos a la acción humana que puedan vencer la paradoja descrita. En efecto lo que se busca lograr es una esclavitud consensual en la que el individuo trabaja no por su propia superación, pero para dotarle a un sistema ajeno a si los recursos para llevar a cabo sus proyectos. Este propósito en ningún lugar a sido logrado. Lo único que se a logrado es la sumisión de los individuos a través de la coerción estatal bajo los sistemas totalitarios. Esta es la expresión máxima de la paradoja de la justicia social: recurrir a la injusticia para lograr la justicia. Pero es indispensable entender que los resultados no pueden justificar los medios pues esto deja fuera de consideración las consecuencias de tales.

Lograr la justicia social a través de los medios previstos resulta imposible. Para poder rescatar el concepto de justicia social en el desarrollo de un argumento científico que tenga consecuencias concretas en el desarrollo de políticas públicas se debe incorporar en el estudio lógico-deductivo de la acción humana basados en los axiomas de la naturaleza del individuo. De esta forma hay que entender que las políticas públicas, en lo que intervienen en los procesos del mercado, tienen consecuencias no previstas en la estructura productiva de una sociedad. Si la concepción redistributiva de la justicia social tiene consecuencias en la estructura productiva de una sociedad contrarias a lograr los objetivos planteados, se debe establecer una nueva concepción de tal que no resulte en esta paradoja.

Ya se aclaro que el objetivo de igualdad de resultado no es posible sin recurrir a medidas totalitarias que en si constituyen injusticia. Establecemos de igual manera que un componente necesario para la composición de una verdadera justicia social es el incremento de nivel de vida de los individuos de una sociedad. Es inconcebible pensar que la justicia se puede alcanzar a través de una reducción arbitraria del nivel de vida de cualquier segmente de la sociedad. El crecimiento económico es indispensable para generar las condiciones necesarias que resultan en el incremento del nivel de vida de los individuos. Entonces, se necesita crear una sinergía entre el concepto de la justicia social y las realidades del crecimiento económico.

Para desechar como parámetro de la justicia la equidad distributiva hay que suplantarla con una concepción de la justicia que sí llene los requisitos establecidos. Si buscamos ser acordes a la naturaleza humana debemos mantener una plena responsabilidad individual sobre los medios que el individuo escoge para alcanzar sus objetivos particulares. De esta manera, lo que verdaderamente es determinante en lo que concierne a la justicia social no es la equidad en la distribución de ingresos percibidos por una sociedad, si no que la flexibilidad y el dinamismo que demuestre la estructura socio-económica. Es decir, el parámetro adecuado de la justicia social debe ser la movilidad socio-económica que caracterice a una sociedad, con dicha movilidad basada en la protección de la propiedad del individuo sobre los intereses particulares de cualquier colectivo.

Cuando un aparato coercitivo, sea un estado, un ejercito o una banda criminal, le otorga beneficios o protecciones especiales a cualquier colectivo lo debe hacer necesariamente a costas de la propiedad de otros individuos de la sociedad. Esta violación al derecho de propiedad del individuo no solo representa en si una injusticia, pero también tiene consecuencias culturales que debilita la estructura productiva de una sociedad, lo que perjudica el crecimiento económico. Pero también constituye una injusticia un crecimiento económico logrado a través del irrespeto a los derechos de ciertos individuos de la sociedad y a favor de ciertos sectores y objetivos específicos.

Por el contrario, cuando hay un total respeto a los derechos del individuo, habiendo un absoluto respeto a la propiedad y sin interferencias coercitivas a la cooperación voluntaria entre individuos, el crecimiento económico es resultado de la superación de los individuos a través de la actividad productiva, con dichos individuos teniendo reclamo único por sobre el fruto de su trabajo. Una alta movilidad socio-económica es muestra de que la superación del individuo es lograda a través de su trabajo y no a través de beneficios impartidos por un aparato coercitivo, que necesariamente son resultados de la violación del derecho a la propiedad de otros. La justicia social es de esta manera establecida, no por resultados impuestos arbitrariamente en perjuicio de los derechos de algunos miembros de la sociedad como era con la previa concepción de la idea, si no que por la protección que se la da al individuo a disfrutar y ser responsable por los resultados de su trabajo y su esfuerzo. Esto armoniza los conceptos de progreso económico, superación individual y justicia social al establecer una concepción de la justicia acorde a la naturaleza humana, basada en el respeto de los derechos del individuo y la cual permite la superación tanto individual como social.

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