miércoles, 24 de febrero de 2010

Camino de Servidumbre y Realidad Nacional

Es lo más trágico de la tragicomedia humana que solo en retrospección podemos ver claramente lo que pasa alrededor de nosotros, y que por dicha razón estamos condenados a repetir los mismos errores que otros y nosotros mismos ya hemos cometido. Así ha sido históricamente en los ciclos políticos que ha vivido el mundo, y así es como nos está pasando ahorita en nuestro país. Claramente F.A. Hayek reconoció este fenómeno, y quiso advertirnos de él en su obra Camino de Servidumbre, obra dedicada, muy apropiadamente, a “los socialistas de todos los partidos.”

Para hacer una grosera simplificación de uno de los argumentos centrales de esta obra, esperando que Hayek me lo disculpe, escribía él sobre cómo una sociedad democrática podía llevarse a sí misma a la servidumbre, es decir, el totalitarismo opresivo. Primero, y haciendo uso de terminología adaptada a nuestra realidad, podemos observar la elección democrática de un líder carismático, popular, lleno de promesas utópicas y con un enfoque en “justicia distributiva,” o si prefieren “justicia social,” altamente atractivo a las masas votantes.

Al llegar al poder, este líder carismático es abrumado a nivel personal por la problemática del país, y se rodea de “Consejos de Expertos” a quien encarga el estudio de los grandes temas nacionales y la elaboración de planes estratégicos. Estos consejos, o grupos de planificadores, hacen propuestas que llaman “técnicas” las cuales prometen ante la ciudadanía ser las soluciones a sus problemas, resultado de grandes acuerdos y compromisos entre sectores de la sociedad, que conllevan necesarias acciones, o intervenciones, del Estado en la sociedad.

La ciudadanía se llena de grandes esperanzas ante estos planes, y claro, cuando estos fallan, se ven indignados y reclaman respuestas a el porqué. Pero la culpa, según los mismos expertos que elaboraron los planes, no se encuentra en los planes en si, obviamente que no. Es, dicen ellos, un problema de voluntad política. Si solamente tuvieran una mayor eficiencia a la hora de implementar sus planes, seguramente pudieran solucionar los grandes temas de nación y así erradicar la pobreza y el sufrimiento. ¿Qué significa esto? Que hay que concentrar más poder en el Estado y sacrificar ciertas libertades personales para lograr los objetivos colectivos.

Aquí es donde interviene otro fenómeno importante, la sistemática destrucción de la institucionalidad por parte de grupos e individuos con aspiraciones al poder absoluto. Ellos se dedican a la desestabilización y desacreditación del sistema existente y sus instituciones. Llaman por el contrario a una nueva forma de gobierno, que disfrazan de democrática, llamándola democracia participativa, popular, social, o el adjetivo que le quieran agregar, que lo que en realidad resulta ser es una manipulación demagógica para imponer sus planes a través de la justificación de una votación y de una mayoría temporal cegada por su hígado y emociones.

Entonces encontramos aquí una aparente sinergía perfecta entre aquellos que buscan el poder y los expertos frustrados que no entienden porque sus planes no han funcionado. Entonces, si sus planes claramente, según ellos, representan la voluntad del pueblo, y los otros están dispuestos a realizar la “voluntad del pueblo” a toda costa (hasta en contra del mismo pueblo como la historia ha hecho evidente) pues que más solución que quitarles las barreras de las limitaciones del poder a estos. Que fácil llegamos al lenguaje totalitario, a la violación de los derechos individuales, a la imposición de esquemas y controles sociales y económicos y finalmente al derrumbe del sistema democrático-liberal en manos de estos pseudo-demócratas “populares.”

La verdad es que ya me perdí. No me acuerdo si estoy hablando del libro de Hayek, o de la realidad nacional y el rumbo hacia donde se dirige. ¿Tal vez alguien me puede ayudar a aclararlo? Igual, de ambas maneras, hay dos puntos importantes a considerar: la imposibilidad de la planificación centralizada y la perversión del ideal democrático.

La imposibilidad de la planificación centralizada, argumento central de la critica al socialismo de la Escuela Austriaca de la economía, se basa en el esparcimiento del conocimiento en el tiempo y espacio. Es decir, que el conocimiento acumulado de un sociedad es aquel que existe en el conciente y subconsciente de cada individuo acerca de sus circunstancias especificas, conocimiento que en su totalidad es la arrogancia de los llamados expertos planificadores pretender conocer y ser capaces de organizar.

La cantidad de información y la velocidad a la cual es creada, de todas la necesidades, deseos, acciones, problemas, acontecimientos, etc., cuales afectan el quehacer económico cotidiano es tal que es imposible, para un individuo o grupo de individuos, tener conciencia de. Es demasiada la información de este tipo que pasa dentro de una hora en una sociedad dada como para que unos pocos individuos puedan procesar a través de sus vidas enteras. Solo un sistema impersonal y libre, en el cual los individuos son libres a hacer uso pleno de su conocimiento particular de tiempo y espacio ante sus circunstancias particulares permite la coordinación efectiva de la actividad productiva en una sociedad así para satisfacer continuamente las necesidades y los deseos de los mismos individuos de esa sociedad.

La incapacidad de las sociedades modernas de proveer las necesidades de sus miembros proviene de la interrupción de este proceso por parte de la intervención Estatal con la presunción de poder organizar de una mejor forma la estructura productiva, que aquel proceso de ordenación espontánea creada por la cooperación puramente voluntaria. Por esto, las llamadas políticas sectoriales, que no son más que esquemas de planificación centralizada, fallan necesariamente en sus ambiciones, y solamente permiten que intereses mezquinos echen mano en el juego político para crearse protecciones y beneficios propios a costa del poblado en general.

Por otro lado, el problema de la perversión del ideal democrático, se basa en la falacia de que la supremacía de la mayoría es el fundamento absoluto de la democracia. Esta idea supone que la libertad y soberanía de un pueblo se establece por dos ecuaciones, donde 50%+1=100% y 50%-1=0. La absurdidad de dicho argumento no podemos pero aceptar, por lo cual establecemos que el ideal democrático no puede estar basado en la imposición del interés de una mayoría temporal por sobre cualquier minoría, algo que significaría la violación de los derechos de unos individuos por otros. El ideal democrático debe estar basado en el respeto a los derechos y la libertad de todo individuo en una sociedad, con el proceso político de elección por mayoría siendo el método escogido para la toma de decisiones sobre procesos generalizados dentro del rol propio del Estado, limitado a la protección de los derechos individuales con todas las repercusiones de tal.

Si consideramos la libertad en su verdadero y absoluto sentido, como el estado de ausencia de coacción, o el inicio del uso de la fuerzo o la amenaza de tal, entre individuos, es decir, un contexto de pleno respeto y protección a la propiedad del individuo, incluido dentro de tal la vida, el ser, el pensamiento y las facultades, tenemos que determinar que el ideal democrático-liberal es contrario o todo esquema planificador-intervencionista. Por lo tanto, no solo es el orden espontáneo, resultado de la interacción, cooperación e intercambio voluntario entre individuos, la única forma de satisfacer las necesidades de los individuos de una sociedad, y de esta forma de eliminar la pobreza, si no que es el único sistema moralmente aceptable y completamente legitimo ante la naturaleza de la existencia y la acción humana.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Un nuevo experimento en libertad

El desarrollo tecnológico y la revolución de la comunicación esta permitiendo que la identidad cultural se desarrolle independiente de barreras geográficas. Esto esta volviendo una gran parte de la razón de ser del estado-nación como lo entendemos absolutamente obsoleto. El Estado moderno es una institución así como lo fue la Iglesia en su tiempo, o la monarquía o el faraón incluso. Como nuestro desarrollo académico, cultural, emocional, etc, a existido por generaciones puramente dentro de este marco organizacional de poder que entendemos como el Estado, se nos es bien difícil imaginarnos una realidad que pueda ser en su absoluto diferente. Vemos al Estado como un dado en si, y todas nuestras posibilidades como limitadas a como mejor hacerlo funcionar.

Entendemos la democracia, como la conocemos hoy en día, como el mejor sistema político para asegurar la justicia y evitar la opresión del individuo. Pero nos es imposible realizar que la democracia moderna como la entendemos, enfrascada en un esquema de poder particular, el cual es el Estado, es solamente un experimento en libertad que tiene aproximadamente 200 años de existir. Pero la democracia ha fallado, capaz hasta muerto, y es de suma urgencia que empecemos a considerar nuevas alternativas.

Pareciera ser casi blasfemo expresar estas ultimas palabras, pero si aceptamos lo que ha pasado en la Venezuela de Hugo Chávez y como de forma similar el nuevo tirano alrededor del mundo aprendió a manipular las instituciones democráticas para desmantelar los candados que se han desarrollado a lo largo de los últimos siglos como nuestro blindaje contra la opresión y el totalitarianismo, tenemos que aceptar, por mas que nos cueste hacerlo, que el sistema democrático actual nos ha fallado en sus propósitos y no podrá sobrevivir como tal mucho tiempo más.

Pero si hacemos un estudio honesto de la situación, debemos necesariamente llegar a la conclusión que el problema no yace en el sistema democrático en sí. No podemos caer nosotros en el mismo tipo de contradicción que acusamos de cometer al estatista. No podemos decir que es la libertad misma la que he destruido la posibilidad de libertad, así como también hay quienes plantean que es el capitalismo mismo el que hace imposible un sistema de libertades. Quien ha fallado, y es hoy obsoleto, no es el sistema democrático, es el Estado mismo.

Ya es tiempo de desarrollar un nuevo experimento en libertad. Así como el paradigma democrático que conocemos hoy fue desarrollado por grandes pensadores como Locke y Montesquieu, y ha sobrevivido de tal forma hasta este día, es hora de evaluar este primer gran experimente en libertad que ellos desarrollaron, detectar adonde ha fallado y plantear su necesaria evolución que se vuelva en un nuevo paradigma para las generaciones venideras.

Este nuevo paradigma tiene que tener como fundamento primordial los derechos políticos, sociales y económicos del individuo de una forma mucho mas profunda que aquella desarrollada por los liberales clásicos. Debe tener un entendimiento de la naturaleza humana y de cómo la tendencia expansionista del Estado limita el potencial del ser humano. Debe reexaminar el monopolio del uso de la fuerza del Estado moderno, entender la imposibilidad del calculo económico centralizado y aceptar el esparcimiento del conocimiento en un orden espontáneo. Debe celebrar en su absoluto la libertad del hombre, lo cual incluye como consecuencia la libre movilidad tanto de bienes y servicios como de personas a través de esos limites geográficos ficticios que llamamos el Estado-nación. Posibilitarle al ser humano ser un ciudadano del mundo que pueda votar libremente con sus pies cambiaría drásticamente el entorno político mundial y expandiera de una forma increíble el bienestar humano en general.

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